El Belén, el corazón del hogar

Davinia ha instalado de nuevo este año un Belén con autómatas. Les invitamos a visitarlo con los peques. Mara, de la empresa proveedora del Belén, “Que no me llamen Belén Belén” ha redactado este bonito artículo sobre los orígenes y el significado del Belén Navideño:

Un Belén es un espacio lleno de simbología y creatividad, es necesario tirar de la creatividad ya que todo el montaje se basa en unas pocas frases sueltas que encontramos en los evangelios de San Mateo y San Lucas que cada uno interpreta a su antojo. Es un Misterio que lo que inició San Francisco como una interpretación de un Belén viviente el día de Navidad en una iglesia de Greccio en el año 1223 haya dado lugar a una costumbre tan arraigada en todos los países católicos a lo largo de los siglos.

La tradición de colocar belenes, tal y como hoy la entendemos, se inició en el s XVIII en Nápoles. El Belén se convirtió en la expresión artística cultural del Nápoles del setecientos y de ahí contagió a toda Europa. El Belén napolitano hay que entenderlo como una puesta en escena, un pequeño teatro muy acorde con el gusto barroco y que la corte acogió como juego y excusa para mostrar ostentosamente su estatus social.

Carlos III fue el gran impulsor de esta afición y cuando fue nombrado Rey de España trajo su belén, que se conocerá como el Belén del Príncipe. Se dice que el propio Rey lo montó y lo expuso para que todo el pueblo de Madrid lo admirara en Navidad y evidentemente la nobleza española rápidamente intentó ponerse a la moda y llevar a sus hogares lo que hasta ahora había estado en un ámbito religioso. Poco a poco se fue popularizando hasta convertirse en la tradición de todos los hogares que hoy conocemos.

Con el paso del tiempo el Belén popular español fue adquiriendo unas características diferentes a los napolitanos. Los nuestros pretenden ceñirse más a las escrituras y darle un carácter más didáctico representando así muchas o todas las escenas que aparecen en las mismas. En España, más austera en su arte y tradición, se pretendía a través del Belén difundir la idea más antigua del catolicismo, enseñar a través de la imagen.

Un belén es un espacio visual que nos recuerda el nacimiento del hijo de Dios, no nos tenemos que olvidar de lo que estamos celebrando en estas fechas. En la vorágine de la Navidad, en medio de atascos, compras, comidas, luces y villancicos, aparecen estas figuras estáticas en las que parece que se detiene el tiempo y que son el reducto de paz que todos estamos buscando. El Belén es algo tan familiar que nos conecta con la infancia casi sin mirarlo, te transporta a una época en la que todo era ilusión y tu mayor preocupación era ser muy bueno en esos días para que los reyes te trajeran todo lo que les habías pedido…

Sacar las cajas del Belén llenas de polvo tras un año en el trastero significaba que las vacaciones estaban cerca. Al abrir las cajas e ir sacando las figuritas que cada año salían más magulladas una emoción unía a la familia, todos participábamos en el montaje. Este es el espíritu que tiene que primar en Navidad.

Para conseguir ese sentimiento y seguir con la tradición no hace falta poner un gran Belén, hoy en día parece que todo lo que haces con los niños tiene que ser súper-mega guay. Un Belén sencillo, pequeño, en el que los niños puedan ir acercando los reyes según van pasando los días, mover las figuras a su antojo o aportar ideas geniales como colocar el caballo de la Barbie con el camello de Baltasar o colgar a Batman junto al Ángel, hará de ese momento algo que recordarán toda la vida.

En un belén familiar vale todo. Esa es la esencia de la Navidad, que todos queramos compartir y participar. Lo importante es tener claro lo que se celebra y recordar por unos días aquella mágica inocencia que solo se ve a través de la mirada de un niño.

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